ANA MARÍA VALDEAVELLANO PINOT

En comparación con la eternidad, hace muy pocos años, una mujer maravillosa me dio a luz, me nutrió de amor, ejemplo, dignidad y una carrera que amo y me enorgullece.

Mi vida ha transcurrido en rosa, rodeada de una familia solidaria, afectuosa, divertida, que me llena de alegría y satisfacciones.

En el paquete de regalo de mi existencia, vino la amistad incondicional, cómplice, confidente, con manos, hombros, sonrisas, un real y verdadero deleite.

En otro paquete venía lo mismo, pero con cola, orejas y una lengua de amor puro.

He tenido alumnos, maestros de vida, que pueblan mi recuerdo y, algunos, mis días.

Salió el sol y la poesía me poseyó, desde entonces habita en mí ese espíritu que llena mi ser de la forma alada de ver la vida.

El amor me ha abrazado y abrasado, ese amor que, como fuegos artificiales ha hecho explotar mi alma y cuerpo, en miles de formas, colores y palabras.

No puedo decir como Amado Nervo:  "Vida nada me debes; vida, estamos en paz". Yo digo: VIDA, DE TODO ESTO ¡AÚN QUIERO MAS!

Y, si me tira el unicornio, me vuelvo a subir...